30 enero 2010


Tengo el paladar oxidado de no recordar a qué saben. Me chirría el corazón cada vez que despierto de un sueño en el que nos hemos vuelto a cruzar. Barajo las opciones y los delirios. El oasis se ha secado y me han crecido bigotes felinos cuando pienso en volver a marcar ese 6...ya no recuerdo cómo seguía el número de teléfono y es el primer indicio de tu olvido. Desayuno aire contaminado cada mañana y los días son cada vez más cortos. Me duermo tardíamente a la espera de alguna confusión que me haga sentirme más viva. Construyo paredes con materiales del pasado y los dejo a medio acabar, repletos de ojos que no ven, sólo perecen abiertos. Escucho cómo se podría construir un hogar en una canción de Cinematic Orchestra, y el cerebro scratchea mentiras oníricas. Rondan por mi cabeza pensamientos de cartón con los que construyo muros. Tengo sueños que humedecen mis entrañas que se arañan entre ellas a ver quien teje más rápido la felicidad ficticia. La vida consciente o el sueño real. Me siento en la silla que cuelga del techo con un reloj de arena dibujado en la frente. Tempus fugit. ¿ Y si no fuéramos más que un instante recordado eternamente?

Fotografía, Mimbres en Plaza Trinidad, Granada.

26 enero 2010

Musicalmente extasiada


Seguir rodando sin parar aunque la silla que cuelga del techo cada vez sea más trémula. Más carnaza de la incomprensión, del sin sentido que acaricia mis ojos cavernosos. Aproximarse a algo que al tocar con las yemas de los dedos se difumina entre los naranjos disfrazados de castaños. Alumbrada, descosida, manchas de color rojo por dentro. Ideas felinas. Ahora siempre es nunca. Me está matando el 3 x 4 y la compota de tabaco rubio sin afluentes.

Fotografía: rincón de Granada, al lado de San Agustín.