20 marzo 2010

DERECHO AL DELIRIO II


Y cuando está del todo rota sólo quiere sentir que mereció la pena. Aunque nadie, ni ella misma lo entienda. No busca ni rebusca. No espera ni desespera. Sonríe y recuerda, incluso se le mojan las mejillas. Y sigue sin importarle que nadie lo sepa. Lo único que desearía es sentir como le tiemblan las piernas. Como se retuercen los instantes en su estómago. Como se le empañan los recuerdos. Como cree conocer lo que ahora ya es desconocido. Como arde su cabeza. Y anoche volvió a soñar con la Guerra de los botones, pero si algún día el hielo aprendiera a leer ella querría decirle que ya nunca piensa en él.

fotografía Los Cahorros altos ( Monachil, Granada).

14 marzo 2010

DERECHO AL DELIRIO


Ansiar perderse en un laberinto no debe ser algo demasiado original. Debe ser como sentirse ventana, sin rejas, de las que no ajustan del todo bien. Poder ser tan transparente como las otras retinas puedan resistir antes de arder. Moverse constantemente y ser ahora y nunca, que la palabra antes ya no parezca tan maldita y pensar en porqué dicen que no hay prisa para vivir, que eso mata. Y perderse debe de ser eso. Sentirse en cada respiración e ir encontrando cosas que te hacen contradecirte y actuar incoherentemente para luego negarlo todo o quizás nada. Ir avanzando y moviendo piedras, subir los peldaños para bajar a la raíz de ese delirio que te mata, deprisa, pero te da la vida. Original o no, que así sea.

Fotografía, Los cahorros ( Monachil, Granada):