Él nunca ha tenido muy claro como caminar de puntillas sin perder el equilibrio, ni decir la verdad en el momento adecuado. Le regalan sonrisas que se le amontonan a los pies de su cama, y que le incomodan cuando se desatan en carcajadas estridentes. ¿Será por su aparente tranquilidad? ¿O bien por su desnudez ficticia?. El insomnio es un habitual en sus noches de flexo y plumilla. Aún no ha conseguido entender porqué su vecino siempre lleva la camisa mal abotonada y se peina con la raya en medio sólo los días de lluvia. Nunca evita lo inevitable y se muerde el labio cuando no le salen las cuentas para llegar a fin de mes. Sólo los antihistamínicos le hacen ser consciente del paso del tiempo, él siempre tan frío. Si le preguntas siempre te responderá con soberbia, maldito elixir. Y aunque nunca he llegado a conocerle demasiado, creo que le admiro. Hay algo en él, en esencia. Saltaría una vez más - sin el miedo a acostumbrarme- a su boca infinita de pelícano. Y sería la definitiva. Y me iría, sin el beso de reglamento que protagonizó la penúltima cita.
Me gusta mucho, la forma de redactarlo...
ResponderEliminarGenial